En un pueblecito de León, cerca de Astorga, llamado Porqueros habita una gente muy especial. Personas sencillas y amables con quienes les visitan. Encuentras una sonrisa en cada esquina y ganas de conversar con los que de fuera llegamos. Pablo es uno de ellos, vive en Oviedo pero también tiene una residencia en Porqueros. Está montando una asociación cultural de la nada, luchando y consiguiendo, como se hacían las cosas antes y como él hace ahora.

Iniciamos el viaje el sábado al medio día después de haber pasado yo la noche en una sálida fotográfica en el embalse de Barrios de Luna y dormido tan sólo tres horas. Diego García Rivas, un apasionado de los instrumentos músicales folk me había enseñado días atrás su colección, tocamos juntos una composición mía, yo a la guitarra y él al Cajón. De repente como quien habla de tomarse un café y mientras esperábamos mi autobús de vuelta a Oviedo me había ofrecido acompañarle a él y Nel (su hermano) al concierto. Así que ahí estaba yo, en un coche hablando de ciencia, religión, misticismo, y aquello que tanto me apasiona, las relaciones sociales. El GPS nos falló, algo que pasa a menudo, ¿verdad?, nos hizo salir de la autopista de peaje para volver... Al llegar a la zona ándabamos mirando carteles a ver como podíamos llegar, pero llegamos.
Pablo, Mindi y Fran, nos esperaban para invitarnos a comer en el Camping de un pueblo cercano. Cultura, música, personas, relación entre drogas y creación, así se sucedían los temas en un ambiente relajado en el que desde el principio pude mostrarme como soy, con mis ideas. Mindi me comparó con Zuccero y me contó alguna experiencia que había vivido. Al ver la forma en la que contaba esa experiencia solo podía interpretar esa comparación como un verdadero halago. Ella trabaja en mi campo, hablamos de ello, de lo fácil o díficil que es el trabajo con niños en riesgo de exclusión social, de las barreras que nos encontramos y me hizo sentir comprendido, pude valorar mi experiencia de meses atrás con el grupo con el que intervenía en centros de menores. Fran, con su juventud, se mostraba algo categórico pero yo sé que era muy flexible. Fué una gran comida, llena de cultura y respeto. Ràpidamente me sentí en mi sitio con gente verdaderamente abierta.
Al ir hacía Porqueros nos paro la guardia civil, curiosamente me ocurre con frecuencia, pero para bien mío y de mis acompañantes nunca porto ni drogas ni armas. Las primeras porque no las consumo ni consumí nunca, las segundas porque son contrarias a mis valores. Fueron muy amables y respetuoso, vaciaron mi bolso de mano con sumo cuidado y volvieron a meter en él todos los articulos de forma que casi parecían igual a como estaban. Me sorprendió muy gratamente.

Fué un gran día que acabo a las cinco de la mañana en mi casa habiendo perdido el sueño que llevaba desde que a las nueve de la mañana me había levantado, y con una sensación de plenitud, de haber conocido nuevamente a gente que merecía ser conocida, gente especial, de Porqueros y de Asturias.
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