
Estuve cerca, lo acaricie con las yemas de mis dedos. Acaricié los momentos y las sonrisas, disfrute de la implicación y de mi forma de comunicarme. Me acerqué tanto, que por un segundo creía que lo había conseguido. Me aproximé, sonreí como un niño, me puse dulce y tierno. Olvide las tormentas y los diluvios, disfruté mi ser. Estaba ya tan cerca, lo veía tan tan claro, que no pude resisitirme a evaporarlo en un soplo.
Todo se esfumó. Volvi a no ser yo, retorné a ese producto de mí que nunca quise ser. Me acerqué pero volví, una vez mas, al inicio de todo.
Seguí el camino, me elevé una vez mas, sin mas pretensión que disfrutar del proceso, conocerme, no prestando atención a mi meta. Volví a sentirlo, esta vez ya era yo, ya me tenía, ya me tenían. Todo brillaba de nuevo, la felicidad se asomaba por la puerta y me miraba tímida, yo respondí, ella se asustó, pero esta vez se quedó. Tranquila, en su rincón, observaba mi caminar escrutinando cada uno de mis pasos obviando los traspiés y en silencio regalandome la paz que necesitaba.
Fuí feliz, creí en el amor, en la amistad, en la ternura y en la vida. Creí en mi, me sentía tan lleno de vida, pletórico, resplandeciente, subí a lo mas alto, "yo ya no puedo caerme" pensé, volví a caer.
De nuevo, sin disistir, comprendí que debía volver a alzar el vuelo. Observé de nuevo la cima, me equipé y volví a amprender la subida... Con menos dudas que nunca, sabiendo que con mayor o menor paciencia y esfuerzo volvería a ver la vida, una vez mas desde todo lo alto.
(Madrid 2003 - Asturias 2011)
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