Un puñado de euros en el bolsillo, algo que olvidar, y miles de kilometros por delante. Hoy empieza el camino hacía Polonia con una sensacion agridulce dificil de describir. Ese sabor agridulce pero que gusta, esa sensación de incomodidad que por bien conocida se hace mas cómoda que la misma felicidad.
El primer paso, tomar el autobús que me dirige hacía al aeropuerto. Como todo en este mundo tan capitalizado empieza por un desembolso poco lógico. Me cuesta siete euros y medio ir al aeropuerto, cada vez que voy lo suben un poquito y es que aún recuerdo aquella vez que me costaba cuatro euros y medio ir. En el aeropuerto comienza esa especie de vibración de descontrol buscado. Hace una hora, poco mas, que recibí un mensaje de la compañía aerea. Me dice que debido a un problema en el sistema de control los vuelos serán retrasados. Poca información, pero tampoco sé si quiero recibir mas porque asusta dejar tu cuerpo en un asiento y que tu vida esté en manos de tantos imprevistos previstos. Así funciona la aviación y así me asusta. El saber que el sistema de control de aviación se ha caído (me enteré durante el vuelo) no ayuda a tranquilizarme.
Hora y media después de lo previsto, nada exagerado para este tipo de cosas, sale el avión. Esta vez he pedido asistencia dado que cuando hay un caos aeréo es complicado moverse entre las alocadas multitudes. Ya la experiencia del vuelo cancelado en Edimburgo me ha servido. En los aeropuertos brítanicos existen dos comportamientas opuestos. Si ocurre algo allí impera la ley de que cada uno se busca la vida con un fatigante “I am sorry but...” pero si dices necesitar ayuda, aunque como en mi caso se trate de simplemente ver los paneles informativos, te tratan exageramente. No existe un término medio y por ello te ves obligado a solicitar la atención.
Durante el vuelo pude dormir bastante. De repente, en pleno sueño, escucho un estruendo y el avión comienza a vibrar de una forma inesperada. Mi corazón se aceleró y obviamente me desperté muy sobresaltado. Lo único que había ocurrido es que había aterrizado, nada fuera de lo normal, pero uno ya se ponía en lo peor. A la llegada a Londres un operario me acompaña hacía el bus. El precio que debo pagar por cambiar de aeropuerto es nada mas y nada menos que 32 libras (una libra me la cobran debido a que pago con tarjeta de crédito). Así paso la noche entre buses y esperas en el aeropuerto. Hasta que al final me subo al siguiente avión, ya rumbo a Cracovia.
Durante el vuelo pude dormir bastante. De repente, en pleno sueño, escucho un estruendo y el avión comienza a vibrar de una forma inesperada. Mi corazón se aceleró y obviamente me desperté muy sobresaltado. Lo único que había ocurrido es que había aterrizado, nada fuera de lo normal, pero uno ya se ponía en lo peor. A la llegada a Londres un operario me acompaña hacía el bus. El precio que debo pagar por cambiar de aeropuerto es nada mas y nada menos que 32 libras (una libra me la cobran debido a que pago con tarjeta de crédito). Así paso la noche entre buses y esperas en el aeropuerto. Hasta que al final me subo al siguiente avión, ya rumbo a Cracovia.
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